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Someto a la aprobación de la sociedad virtual internauta esta técnica con una historia de 200 palabras que he llamado provisionalmente:
Cálido carmesí manantío oscureciéndose coagulante con el viento en las nasales comisuras respiradoras de su díscolo dueño que avizora el cielo recostado en un incómodo y grande parche de duro pastizal donde azarosos nutrientes del valle se delegaron hasta hacer que casi doble la altura media de sus hermanas vegetales en el campo escarchado en que la lluvia ligera que llena al apreciado pozo profundo y se une al fluvial de veranos perecederos en arroyada intersecular da paso a copos de nieve que se posan en formas diferentes por la abrumadora suerte de no acercarse al chimenezco humo de pino combustible para fundirse en gotas pasajeras precipitadas hacia los techos fusteros de hogares modestos y amplios salones petropilastrados de entabladas superficies deslizándose hasta el suelo decadente de las calles entre el asentamiento abrazado por cordilleras boscosas repletas de espíritus de difícil apaciguamiento y bestias malhumoradas que ahuyentan a los más temerarios de sus despreciados cohabitantes humanos conflictivos infectados de vileza ejercitada en actos como aquel ambicioso reto enemistado contra el rey entre un círculo de gente hasta llegar al momento en que la vena perforada en cartílago roto por un nudillo extraño y un hueso propio cierra dejando de liberarlo.
“Cambia el rumbo”
Ermitaño y Mercader siguieron una voz reverberando en un viaje de descubrimiento. Ermitaño dejó su hogar hacia la civilización; Mercader llevó lo básico a las montañas. Cruzaron caminos diferentes. Mermitaño tomó la cabaña abandonada; Ercader hizo renombre comerciando en la ciudad. La voz, habiendo regresado, los llevó a un sendero más donde vieron al otro en un charco sin distinguirse.
"Change your course"
Hermit and Merchant followed a voice reverberating on a journey of discovery. Hermit left home towards civilization; Merchant brought the essentials to the mountains. They crossed different paths. Mermit took the abandoned cabin; Herchant became ronowned trading in the city. The voice, back, led them down another route where they saw each other in a puddle without telling themselves apart.
Gastón R. Fernández G.
Incertidumbre ha habido a su alrededor durante gran parte de nuestro andar, aunque es ejemplo de estabilidad incuestionable. Se distingue su belleza entre sospecha y preocupación que surge sutilmente lúcida a sus múltiples visiones hasta encontrarnos viendo la sabiduría delirante de la naturaleza en ella. Huele el día y busca hibernar en su mente; su pálido resplandor solo se aprecia con magnitud adecuada en la negrura. Sabia y contradictoria ave de pedernal, el reflejo del día le deja salir ante los sentidos. Su finura discreta radica en aprovechar con destreza algo sin tacto ni cautela. Por eso le recuerdo, por su equilibrio en la moderación aguda, no por la firmeza que se advierte con facilidad. La vieja dama de cristal que excita al hombre clandestino entra en las mentes acrecentando la imaginación. Marca su huella en los solitarios emocionados y en los que le miran con pereza, dando confianza o tranquilizando con su propia quietud.
Un susurro de las sombras pide los secretos. Parece de ambos: nos y aquél destello de granito. Pero ese espectro diamantino ya conoce los silencios escondidos con el día y la noche que dormitan con el mundo en el lodo y lo despabilan sin desesperación; es el espejo opaco que los mira sin dueño. Tira de cuerdas que le mantienen como una medida del tiempo que hipnotiza en su mutable beldad. Aprovecha lo que conoce como la lluvia o el fango, tragando el viento en cortas bocanadas intrusas e intentando hacerlo con momentos sin ser descubierta. Nos hace recordarnos, repletos de bondades y maldades que crecen, decrecen, vienen y van; como ella, moviendo con su robustez las abundantes faldas acuosas de la gran madre de hijos sinnúmero.
Gastón R. Fernández G.
Aunque entres en una alberca
de agua fría y arrayanes
que tenga disueltas dentro
estrellas, columnas y aire.
Aunque te frotes después,
amontonando tu sangre,
con hilos recién hilados
que crujan al desdoblarse.
Aunque en vez de agua prefieras
pez, para purificarte
y entres en una cisterna
de hiel, de brea y vinagre,
de esas que funden troqueles
porque se tragan metales.
Aunque con buriles nuevos
Acuñen nueva, tu imagen
y un sayón bartolomeo,
piel, a túrdigas te arranque.
Aunque nacieras de nuevo
en el vientre de tu madre,
y el Padre Santo, de Roma
de nuevo te acristianase,
¡los besos que yo te di,
no te los limpiara nadie!,
que vas reluciendo besos,
pregonando su linaje,
brillando y obscureciendo
como una luna en dos fases,
que nunca mata el creciente
porque no quiere el menguante.
La saliva de mis besos
no se te pegó a la carne,
si se te hubiera pegado,
arrancarla fuera fácil
y pisotearla luego
– cosa de buenos amantes –
Pero no fue pegadiza,
no fue postura de traje
que en una feria se compra
y en otra feria se añade
y cuando pasa se cambia,
conforme pasa el paisaje
en un primero de mayo
que no quiere sofocarse.
La saliva de mis besos
te cimentó la raigambre,
la respiraron tus huesos,
la comieron tus ijares,
te clareó las entrañas,
te hizo crecer y esponjarte,
como crecen y se esponjan
los chopos al agua fácil.
Lo canijo de tu vida
tuvo un apoyo de jaspe:
Mis besos! el hambre tuya
dejó de ser malas hambres
con mis besos! La ceniza
de tu horizonte sin cauce
tuvo su lumbre en mis besos.
Tu palabra sin engarce
tuvo gramática: besos!
que son más que besos frases
de un evangelio de sangre
con nuestras dos iniciales.
Ahora di: ¿que tienes tú,
que no lo hubieras tenido
unido a mis besos antes?
Eras cañamazo torpe,
hilacha que se deshace
y en mis labios tuve agujas
divinas para bordarte
de la camisa al pañuelo,
desde el tuétano a la carne.
Que tú eras humo dormido
que no acierta a despejarse
y yo te mostré un joyel
en ese fanal de besos
altos, tersos, tiernos, graves
y dentro de él reluciste
– tú que eras tristeza mate –
como reluce una hostia
que acaba de consagrarse,
que es pan y no es pan
porque su harina divina
se amasó de eternidades.
Anda, ¡quítate mis besos!,
date alquitrán y vinagre,
entra en un río de greda
o en una selva de sables,
busca otros besos que pongan
a los míos antifaces.
¿Que podrías conseguir?
si habrían de machacarte
y en el polvo de tus huesos
estarían mis señales.
El agua se irá burlada,
la lumbre quemará en balde,
se mellarán las navajas,
caerán las caretas fáciles,
te señalarán cien dedos
– la diana de los cobardes –
te gastarás en mentidos
esfuerzos por escaparte
y aún allí estarán mis besos
fundidos a tu raigambre.
Y hasta el día en que la tierra
con otra tierra te tape,
por encima del montón,
mis besos han de notarse:
vivos, aunque te hayas muerto,
nuevos, aunque tú los gastes,
calientes aunque te enfríes,
verdad, aunque los negaste,
para que Dios te conozca
por lo bizarro del traje
y sean los besos míos,
al cabo, los que te salven.
-José Antonio Ochaíta
Un movimiento torpe y caeré al vacío
Nunca pensé estar aquí
Estoy justo en la orilla, solamente sentado
El final se mira triste, el vacío me llama a caer despedazado
Dicen, que cuando caes de una gran altura tus huesos se rompen como vidrio, tu cabeza estalla como una sandía, y se te salen los ojos, muchos dicen que antes de caer ya estás muerto
Me da miedo mirar atrás, darme la vuelta no puede ser una opción, pero me asustan las alturas, siento como si miles me observaran desertar en un estadio
El vacío es tan grande y obscuro, se come todo lo que hay en mi, se alimenta de miedo, y de esa angustia fea que me da en la panza
Una vez en la orilla ya no hay vuelta atrás
Es triste saber que no tenemos alas, no somos de goma, ni caemos de pie
Somos una bola de carne, sangre y bastantes huesos, rellenos de porquerías en el estómago y la mente
Y ya no vale la pena seguir hablando de la absurda vida citadina de cualquiera
El viento frío me recuerda que ya es tarde
Debo bajar o irme volando
Volando alto, mirando hacia abajo
-Danzante de Fuego Azul